Allá
por los años 80s, cuando decidí aventurarme a convertirme en un arqueólogo, y
lo declaraba entre mis amigos del colegio, un compañero me hizo un regalo
especial por mi cumpleaños, mi primer libro de arqueología. De seguro no tenía
ni la menor idea de lo que compraba. Para mi colegio, el Hans Christian
Andersen, colegio clasemediero privado, hablar de arqueología como una posible
profesión era muy extraño, casi patológico diría yo, como en la mayoría de
colegios, tal vez, de esa época.
Tengo
la total seguridad que este compañero amigo mío dijo, al entrar en la librería:
“deme un libro de arqueología”, y le alcanzan “Arqueología como Ciencia Social”
de Luis G. Lumbreras, edición PEISA, ese, el blanquito. Lo debe haber revisado
y preguntado porque no tenía “figuritas”………., porque cuando me lo regaló me
pidió disculpas porque no tenga “figuritas”, y evidentemente no había leído ni
la solapa. Yo agradecí el regalo y revisé si el prólogo de esa edición revisada
que es un párrafo de José Luis Lorenzo, para estar en 4to de media y no haber
visto absolutamente nada de materialismo histórico, les confieso que me
preocupé un poco. Al mostrarle ese obsequio a mi padre, viejo y clásico
aprista, que si se lo leyó casi todo, como pasando revista y control del
conocimiento que iba a comenzar a adquirir, pues me lo devolvió y me dijo: “si
vas a San Marcos, podrás entenderlo, pero ahora, no creo que mucho, es un libro teórico”, sentenció.
Algunos
años después, luego de ya haber ingresado a San Marcos, concordamos con mi
promoción acudir a una asamblea general de estudiantes de la Escuela de
Arqueología, eran como las 7 de la noche y el aula 2B del pabellón de Derecho,
segundo piso, estaba repleto de estudiantes, no había luz, no por apagón sino
por falta de pago, pero eso no detenía el desarrollo de clases. Ese salón
estaba lleno de velas, pero con muchos sectores de penumbra. Recuerdo haber
entrado y preguntado a uno de los estudiantes del extremo que qué pasaba y me
contestó: “es una asamblea de estudiantes, estamos decidiendo la carga
académica y se están peleando entre los “lumbreristas” y los que no lo somos”………….otra
gran incognita: “Lumbrerista”.
Luego,
en las charlas introductorias que el CEAR organizaba para los cachimbos de esos
tiempos, nos tocó entre otros escuchar al Dr. Lumbreras, todo un lujo ya para
esos tiempos. La Charla fue genial como siempre pero quiero destacar una cosa,
que de seguro el mismo Dr. Lumbreras debe haber repetido en todos los
auditorios de estudiantes que le invitan. Comenzó indicándonos que, si
entrábamos a esta carrera para hacer dinero y tener una profesión estable, pues
que estábamos equivocados y que mejor nos retiremos o algo así…….en mi caso la
cosa era peor, pues yo en esos tiempos pretendía ser arqueólogo por estos
motivos:
1. Porque
odiaba las matemáticas.
2. Porque
podría tener aventuras y amores como Indiana Jones, el de la película.
3. Porque
viajaría todo el tiempo a conocer lugares extraños.
Osea,
y lo aprendí en esa charla introductoria, todo lo contrario a lo que realmente
debe ser una arqueólogo. Con el
tiempo también aprendí que si debo manejar números (matemáticas y estadística),
que Indiana Jones no es el prototipo de arqueólogo ideal y que eso de los
viajes es tan solo una de las facultades de esta profesión. Por tanto, a partir
de esa charla inicial con el Doc Lumbreras
pisé tierra y replanteé mi destino profesional.
Muy
cerca a esa charla, con mi grupo de estudios, nos dedicamos a vagonear por
cuanta huaca se nos permitiese entrar, sin dinero y cerca de la universidad
claro está, que no eran pocas, comenzamos con la misma huaca Aramburú o San
Marcos y peinamos todas las huacas del Complejo Maranga Chayavilca, casi
jugando a ser arqueólogos. Así nos topamos con un friso semienterrado que
decidimos desenterrar. Nos entusiasmamos y decidimos, así como les digo,
decidimos restaurarla y que mejor que fastidiar al Doc para que nos diga cómo hacerlo. El Doc nos recibió, se debe haber arrastrado de risa por dentro y nos
dio una clase magistral de gestión de
patrimonio cultural y terminamos concluyendo que lo que habíamos hecho,
desenterrar parte del friso, era delito, así que lo tuvimos que volver a
enterrar. Creo que, actualmente esos frisos ya han sido restaurados y
monumentalizados como se debe.
Así
pues, antes de comenzar a llevar clases con el Doc, yo tenía como palabras
claves de él: Teórico, “lumbrerista”,
Arqueólogo y Patrimonio Cultural.
Comencemos
con el cliché ese de “lumbrerista”,
distintivo para identificar a un seguidor de su pensamiento, de sus ideas, un
fan de sus clases, de sus libros y de su accionar en la vida. No quiero
desmerecer el término, que les confieso, siempre me gustó que me lo achaquen,
pues te daba nivel en el círculo de arqueólogos: “miren ahí va un lumbrerista” ó “oye, y ese lumbrerista que se cree?” y la mejor
de todas “oye no entiendes ese tema?, pregúntale al lumbrerista ese…”…..me daba risa. Pero si nos detenemos un poco
a pensar, son justamente los detractores de su pensamiento los que usan con
mayor frecuencia ese término para acusar a uno de ser una especie de
privilegiado, una especie de iluminado por el “Pensamiento Lumbreras” y no
dejan de tener cierta razón. Claro los detractores, los que no lo son, lo toman
como una categoría de lo que tal vez nunca lleguen a ser o algo así y no solo
estudiantes por si acaso, también docentes o no docentes. Nosotros, ósea, los “lumbreristas” lo tomamos como un honor
ese cliché porque nos permite explorar, desde la Arqueología Científica Social,
con una imaginaria credencial de privilegio, nuestra disciplina, construyendo
su práctica en todos los aspectos. La verdad de las cosas es que no es ni
privilegio, ni credencial, ser tildado de “lumbrerista”;
mas bien es muy divertido. Es simplemente abrigar las ideas que el Doc, planteó como ningún otro científico
de su tiempo dentro del Materialismo Histórico y como una forma de “hacer”
arqueología de la vida y en la vida.
Lo
de Teórico salta a la vista en toda su producción intelectual, pero
evidentemente destaca “La Arqueología como ciencia social”, en versión Verde y
Blanca y en todas las posteriores contribuciones y ajustes a ese pensamiento que
pegó en todo Latinoamérica y que, junto con otros intelectuales de otros países
van a constituir la Arqueología Social Latinoamericana o el fundacional Grupo
EVENFLO, como quieran, lo cierto es que esas ideas corrieron como pólvora y
ahora están influyendo en Latinoamérica, Europa, África, Asia e inclusive Norteamérica.
Me
quedo con algunas frases:
“Todo
esto me llevó a plantear una tesis para la arqueología: La arqueología debe
situarse en un espacio de la realidad en donde trate con individuos, con grupos
sociales, y el concepto cultura que sirva solo para referirse al comportamiento
y las costumbres” (pp.:218, Cátedra Julio C. Tello, 2010).
“¿Uno
excava marxistamente? Pues a estas alturas, creo que si. He llegado a esa
perversa conclusión. Solo aplicando de manera rigurosa los argumentos teóricos
y metodológicos que hacen posible una teoría materialista dialéctica con todas
sus implicancias, es posible llegar a una arqueología capaz de entregar un
conjunto de conocimientos instrumentales para poder participar en la
transformación de las estructuras de nuestro tiempo”
(pp.:219, Cátedra Julio C. Tello, 2010).
Rescato
algunas ideas: compromiso, colectivo social y futuro. Tres temas que me
inspiran entender nuestra disciplina para nuestra contemporaneidad y para
nuestro futuro. Esta forma de ser arqueólogo es la que me interesa y creo que a
gran mayoría de nosotros.
Las
dos últimas palabras, las de Arqueólogo y Patrimonio; han marcado la pauta de
mi docencia y de mi vida profesional. Ojo no he tenido la oportunidad de ganar
una plaza en San Marcos, pero si he podido enseñar Patrimonio Cultural en otras
universidades e institutos y en todos esos casos, con lo único que engancho con
los alumnos en con la visión que escribió Lumbreras sobre el Patrimonio, en un ensayo
que inclusive aquí en la revista del Centro de Estudiantes se publicó “Noción
de Patrimonio Cultural” se llamaba. Recomendable, pues luego de haberse
desarrollado tanta teoría con estos conceptos e inclusive con el de Cultura,
pues los escritos del Doc tienen
vigencia y son factibles de debate, discusión y desarrollo.
Ya,
hacia los finales de los ´80s, exactamente en 1987, tuve el privilegio, como
todo buen “lumbrerista” de trabajar
en un proyecto arqueológico con él como director. Docencia permanente todo el
tiempo, hasta en los momentos de descanso, de almuerzo, de relajo; siempre
conectado con el objetivo del proyecto, eso no lo olvido; tampoco las cientos
de veces que en esa campaña me corrigió los horrores garrafales en el proceso
de campo, aprendí con él a leer las tierras, a entender los procesos
post-deposicionales y a construir historia.
No
lo aprendí todo ojo, hay muchas cosas que no aprendí de él a pesar de haber
trabajado tan cerca del Doc; por ejemplo no aprendí a ser paciente con los
procesos interpretativos, aun me gana la desesperación de tener resultados
concretos a corto plazo, en cambio el Doc
siempre analítico, paciente, obsesivamente, rigurosamente analítico; yo aún
sigo luchando con eso, no es fácil.
Muy
pocas veces lo vi al Doc asado,
molesto; pero cuando esto ocurría…………..mejor cambiemos de tema, lo cierto es
que inclusive en esos momentos podías capitalizar lecciones, para bien o para
mal, pero siempre lecciones. Esto me lleva a destacar una de las muchas
virtudes de Lumbreras……..su capacidad de crítica, su capacidad de práctica
científica que es casi la misma que su práctica humana; eso, creo yo, lo hace
especial.
Como
ustedes verán desde el inicio de esta disertación he estado evitándole entrar a
destacar sus logros. Pero ¿Cómo quieren que haga con un resumen de CV de 45
páginas?....tendremos tiempo para iniciar este recuento, me dijeron que tenía
30 minutos, pero, en 30 minutos voy a destacar:
13
distinciones y premios entre el Premio Nacional de Cultura, profesorados
eméritos en San Marcos y Huamanga, Profesorado Honorario en Cuzco, Jujuy,
Moquegua; Premios Científicos como el Humboldt de Alemania, del CONCYTEC,
_Orden de las Artes y Letras de Francia y los recientes de la sociedad de
Arqueología Americana y de Cuba.
Dos
principales carreras docentes en San Marcos y Huamanga desde el año 1957;
docencia libre en la Academia Diplomática, Estadual Fluminense de Brasil,
Autónoma de Barcelona en España, FLACSO en Quito, Educación, Agraria, Cantuta y
UNI en Lima; profesor visitante en Standford, Berlin, Bonn, Madrid, Politecnica
del Litoral (Ecuador), Tokyo, La Habana y Concepción (Chile).
17
consultorías en el país y el extranjero, 13 membresías científicas, 20 cargos
públicos de importancia no docentes en Museos, Estado.
88
viajes e investigaciones por todo el país y literalmente por todo el país.
34
libros publicados individualmente, 10 en coautoría, 79 artículos e informes de
Arqueología, 74 artículos y ensayos sobre métodos y procedimientos, 31
artículos y ponencias sobre museos, 50 escritos sobre problemática
contemporánea, 10 prólogos y presentaciones, 30 artículos de divulgación, 40
principales entrevistas (eso quiere decir que hay mas)…. ósea 358, si no son más,
textos producidos y divulgados. Es decir, a sus 77 primeros años de vida,
Lumbreras ha generado casi 5 productos intelectuales al año, desde que nació.
Y
aun así escribe en “Arqueología científica social: balance y perspectivas en Cátedra
Julio C. Tello por el MAA de la UNMSM el 2010 en su página 221, segundo
párrafo, segunda y tercera línea: “Quiero decirles que yo no soy un teórico de
la Arqueología….”. Pues Doc, déjeme
decirle que no está en lo cierto: Si lo es.
De
modo que no iré por el camino de su CV, para eso, los que nos formamos en
arqueología podrán acceder a su pensamiento. Por eso me quedo con las Anécdotas
y sobretodo con las personales, como lo he venido haciendo en esta tribuna.
En
el transcurrir de la vida universitaria, donde te formas para ser profesional
de algo, existe un momento crítico que todos hemos vivido; el de actuar solo,
seguro y decidido que lo que haces es profesional, en cualquier disciplina que
busques dominar. En ese trance, el docente, es clave, pues debe tener la
capacidad de no solo alimentarte con conocimiento sino también con seguridad. Y
hay profesores que demoran en soltarnos o reconocernos como profesionales y al
final, muchos de ellos terminan odiándote porque tuviste la osadía se ser
profesional solo. Tuve y tengo la suerte de haber sido expulsado a la vida
profesional por el Doc Lumbreras y, digo expulsado porque a veces un aprendiz
se queda y hace largo el proceso de independencia; entonces tienes que ser
expulsado. No sé cuándo fue ese momento con el Doc, tal vez me mantuve mucho tiempo bajo su protección, pero en
algún momento me encontré dirigiendo museos y asumiendo retos muy grandes y creo
haberlo hecho bien. En ese tramo el Doc,
estuvo siempre ahí, o para criticar o para festejar, pero ya no como profesor,
sino más bien como amigo, como colega, como guía.
Lumbreras
ha sido y, aún lo es, profesor y guía de generaciones enteras, es decir, muchos
“lumbreristas” hay por todos lados,
eso se llama hacer escuela, muy a su estilo, pero es hacer escuela, tendencia,
estilo y forma de ser arqueólogo o mejor aún de ser científico social no solo
en nuestro país sino también en cualquier parte del mundo. Esto lo volvió en un
importante pensador del Perú, desde nuestra disciplina y disciplinas afines, en
un pensador de futuro, para los demás, siempre para los demás, para el pueblo.
Sus escritos están plagados de lecturas sociales. No solo se queda en la
arqueología, usa de esta para entender y proponer un país mejor, una sociedad más
justa. Esto tiene mucho sentida, tienen mucha intensidad y porque no decirlo,
tiene mucho lumbrerismo.
Si
alguna lección debo sacar para esta tarde, para todos ustedes, a partir de la
vida de uno de los intelectuales más lúcidos que conozco y desde mi propia
experiencia personal pues es esta y a mi personal manera de ver:
La sociedad actual, el mundo
actual, tiene suficientes preguntas por contestar para ser mejores individuos,
y todas ellas pasan por observar, analizar, sistematizar, organizar e
interpretar la realidad. En esto, la Arqueología tiene mucho que ofrecer, eso
me enseñó Lumbreras y lo comparto con todos ustedes.
Muchas
Gracias.
Carlos R. Del Aguila Chávez
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